He visto en apuros
a soles muy grandes,
no pocos, a cientos,
y algunos, sin duda,
bien calenturientos,
yendo entre nubes a saltos,
por tiempos,
por tiempos,
como escondiendo sus partes,
por temor de que la luna
pudiera verlos desnudos.
Así los he visto,
como no queriendo,
como huyendo de amores,
para luego perder su juego
en los mares.
Así los he visto,
como no queriendo,
como huyendo de amores,
para luego perder su juego
en los mares.
¡Qué recios, qué lindos!,
¡pero mira qué suyos!,
¡ay, estos hombres...!,
¡qué cucos...,
o más que necios, algunos!;
mas ¿no querían yacer a solas?,
pues fuere grande o pobre
su orgullo de soles,
allí estaban todas,
desesperadas;
como lobas con hambre,
los esperaban las olas.
En lo lejano
no hay nada imposible;
también he visto
a cielos y montes
rojos y azules, de esos,
con sus violetas, de la mano
o comiéndose a besos;
y a su lado, jugando y,
como siempre, traviesos,
lindos matices,
lilas y morados.
Con estos mis ojos
lo veo todo,
hasta he visto, creo,
el otro color del silencio,
de pelo crespo y canto
de melodrama;
y que, con sus ojos lacios
y labios secos, ya clama
sin fuerza el llanto.
¡Sí, he visto!, ahora lo veo:
vestidos de calle,
seres con alma,
muy grandes sus penas,
pero ya sordos suspiros,
pues no había nadie,
¡ni cristo que los oyera!;
eran muchos, pero solos,
como tordos locos,
jóvenes y viejos,
heridos todos por dentro.
¡Los he visto, sin duda,
de veras, no miento!
Había largas aceras...
¡No...!, ¡espera...!
¡Eran ríos! ¡Y no cortos!
¡Y sin cortes apenas!,
algun leve risco..., y puede
que algún otro de mangas,
pero nada, ¡tranquilos!,
que ya no hay problema,
que ahora, cuando llueve,
ya corren limpios.
Yo he visto, con tristeza,
mentiras al descubierto.
¡Ay, qué pena!
¡Qué guapas antes!
¡Qué guapas eran,
con sus largos vestidos
y sus collares de perlas!
Tenían un..., no sé...,
como un algo...
¡Oh, qué bellas ellas!,
las había mirado tanto...
Y todavía, embelesado,
las seguiría mirando.
¡Oh, qué lindas eran
cuando escondían
su encanto!
Y yo que creía
que no iban prietas,
que sus carnes ocultas,
las más guardadas y quietas,
serían firmes y tersas...
¡Ay, qué pena!
¡Qué bellas antes
y qué pobres ellas!
¡¡Pero qué guapas eran
mis queridas damiselas!!
kanet inspiras mucha ternura, calidez y dulzura cada vez que te leo. un gran beso dulce amiga
ResponderEliminarHola mi querido Carlos, supongo que te refieres a la respuesta que te dirijo, pues el poema no es mío.
ResponderEliminarEs que te confieso que no sé como agradecer el tiempo que empleas en mi espacio, el comentar y el mimo con qué me diriges tus palabras, por lo que mi única opción es darte una respuesta a la altura que creo que mereces por todo tu derroche de fidelidad.
Muchas gracias querido por tu presencia en todo momento.
Que tengas un buen empiece de semana, besitos azules con aroma a brisa marina mediterránea, muassssssssssss
Un poema muy completo y complejo, con ese toque de humor que ya en la primera estrofa me ha hecho sonreír. Yo también he visto unos cuantos de esos soles calenturientos que imploran por el primer eclipse para ocultar sus vergüenzas a salto de nube jajajjajaj. Mis felicitaciones a Jon.
ResponderEliminarUn saludo y un besito para ti, Kanet. Feliz semana.
Encontraba en falta tus hermosas poesías.vuelvo después de una larga ausencia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Ha sido tan bonito leer esto, en un momento en el que no estoy bien.
ResponderEliminarMe has hecho olvidar por un ratito la negrura que me embargaba.
miblog es:
elblogdemaku.blogspot.com
si te gusta podemos hacernos seguidores.
Un saludo
Gracias, amigos, por vuestros comentarios.
ResponderEliminarMuy bueno, pero amigo... haz uno con caballeros y chisteras... que también son sus carnes prietas o no?? ja ja... Bss
ResponderEliminarAún continúo diciéndote Jon que ha sido distinto el poema y lo he vuelto a leer... encontrándolo aún más vital! Bss de nuevo
ResponderEliminar